En Indienauta

Reseña de Raül Jiménez. Dice cosas tan rotundas como estas:

"Es un libro cuya existencia merece ser celebrada, incluso antes de leerse", "desborda las tradicionales biografías musicales".

Y concluye, con un guiño al título: "Vale la pena transitar por estas calles, ahora también nuestras"


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Viaje literario-musical más que inesperado. Porque, ¿qué se le puede haber perdido a uno en Sheffield? Pues adentrarse en la relación, indisociable, singular y absorbente, de dos figuras esenciales del indie británico con la ciudad del condado de Yorkshire del Sur. Eso es lo que nos propone Juan J. Vicedo en Calles que fueron nuestrasEl universo musical de Pulp, Jarvis Cocker y Richard Hawley que publica Sílex ediciones —bienvenidos a Indienauta—. Una de esas obras cuya mera existencia merece ser celebrada, incluso antes de leerse. Así que, «let’s hit the north!»
Nacido en Alicante en 1961, Juan J. Vicedo es colaborador habitual de Dirty Rock Magazine y ocasional del Diario de Información de Alicante, y autor de otros tres libros musicales previos a el que nos ocupa hoy: Escuchando a Dylan (Círculo Rojo, 2013), una pormenorizada a la vez que personal revisión a su extensa discografía; Patti Smith. Caballos para la eternidad (66 rpm Edicions, 2015); yKate Bush. Los dominios de lo invisible (66 rpm Edicions, 2016). Artistas mayúsculas pasadas por el filtro personal del autor. Igual que en este en este Calles que fueron nuestras, cuyo vínculo emocional con Sheffield nos revela muy pronto, esclareciendo la sensación de que la obra desborda las tradicionales biografías musicales. 
Y es que las trayectorias de Jarvis Cocker, el genio del pop con pinta de profesor chiflado, y Richard Hawley, el crooner del siglo XXI, encajan no en los parámetros habituales. Tampoco Sheffield, una ciudad «aspirante a», permanentemente derrotada —eterna recesión económica— y, sin embargo, ajena al victimismo, lúdica pese a los reveses y lúbrica en las manos y la mente retorcida de Jarvis. Vicedo nos invita a recorrer la carrera del líder de Pulp y su larga, interminable, travesía del desierto, repleta de reveses y fracasos, hasta que el éxito, en plena era del britpop, estuvo a punto de llevárselos por delante. Y la de Hawley picando piedra en Treebound Story —responsables de la joya  «Swimming in the heart of Jane»— y Longpigs, previo paso al imprevisto pelotazo de un secundario guitarrista convertido, a su pesar, en actor principal. Así como su feliz cruce de sus caminos en la segunda mitad de los noventa. Calles que fueron nuestras nos habla de dos luchadores, obstinados, resilientes, capaces de mirar al abismo —adicciones, los peajes de la fama— cara a cara y decir no, siguiendo sus propios caminos, condicionados por un lugar que les define y siempre ha ido con ellos. La «gente corriente»… excepcionalmente corriente. 
Por otra parte esperable, Vicedo decanta Calles que fueron nuestras claramente hacia Cocker y Pulp, aunque los capítulos dedicados a los discos de Hawleymuestran una nada disimulada pasión por esas enormes canciones de regusto clásico y poso duradero. Es cierto que conocemos la historia —la de Jarvis y su banda, sobre todo— de antemano. Pero en ambos relatos, no obstante, el autor consigue dar con un registro inusual, uno en el que el ejercicio digamos histórico-musical, con profusión de detalles, se combina con incursiones en la ficción, en el que los protagonistas se convierten en personajes lidiando con sus carreras en arrebatados monólogos interiores. 
Si a eso le añadimos el papel otorgado a Sheffield en el libro, un lugar que es al mismo tiempo contexto —musical, socioeconómico, urbano—, idiosincrasia —la condición obrera, llevada con orgullo, y las pulsiones romántico-sexuales, siempre presentes—, material para canciones, epicentro de la vida, refugio y referencia inapelable, Calles que fueron nuestras sorprende, y en sus momentos, numerosos, de mayor lucidez —el breve periplo de Jarvis en Londres, una fuga necesaria para reencontrarse; o el reverso amargo del largamente deseado éxito, transformado en esa tenebrosa obra maestra llamada This is hardcore— atrapa. 
Dos personalidades de lo más interesantes —bueno, Jarvis siempre resultará fascinante y sus últimas aventuras podrían dar para más, ahí lo dejo…—. Dos carreras singulares, a contracorriente e inasequibles al desaliento. Y dos cancioneros absolutamente a reivindicar. Muchos alicientes reunidos en apenas doscientas páginas, unidos por un territorio común, coordenadas tan geográficas como emocionales. Vale la pena transitar por estas calles, ahora también nuestras.