"Esto es lo mejor que podemos hacer", apunta Jarvis Cocker, en la carpeta del disco, y nos anima a disfrutarlo. La ambigüedad calculada del mensaje nos lleva en dos direcciones diferentes: una, que a estas alturas, veinticuatro años después del último disco de Pulp - el fascinante We Love Life -, despertar del sopor de un cuarto de siglo tiene sus inconvenientes; y otra, que Jarvis, Candida Doyle, Nick Banks y Mark Webber han puesto lo mejor de su talento en este regreso por el que ya nadie apostaba cuando anunciaron nueva gira hace dos años. More, escuchado y disfrutado, no es simplemente otro disco más de Pulp, es algo más. Es una sutil evolución en la que a su vez buscan en el pasado con honestidad, sin copiarse a sí mismos indulgentemente, sabedores de que el éxito es una amante huidiza que en estos tiempos pesca en otros caladeros, no en los suyos, y conscientes también de que el pasado no se puede repetir porque no es más que eso, pasado. No es momento para la nostalgia, aunque sea ella la que ha hecho que durante dos años no hayan parado de colgar el cartel de "no hay entradas" por medio mundo y en cada rincón de Inglaterra, entregándose al amor de los grandes recintos y olvidando que una vez fueron una banda que actuaba en salas (The Leadmill quedó atrás, lejanísimo en el tiempo). Dos años de conciertos y de entrega incondicional de su público han engrasado la maquinaria, y poco a poco, como destellos en la galaxia de sus grandes éxitos de siempre, han ido apareciendo nuevas canciones, diseminadas aquí y allá, probadas ante miles de espectadores, sembrando la esperanza de un disco, de una colección de canciones que colmara la larga espera.
En este paréntesis que ha durado todo lo que llevamos de siglo, Jarvis Cocker ha ido moviéndose lentamente, entreteniéndose en los márgenes del camino. Pulp, al fin y al cabo, fue desde sus inicios un prodigioso ejemplo de ensayo y error, de constante búsqueda. Antes y después de su cima - con His 'n' Hers y sobre todo con el monumental Diferent Class - hay otros fases de Pulp, como hay fases de la luna, y en todas hay belleza. La despedida, un año antes de que la banda decidiera darse una pausa indefinida, fue un disco que no solo no aspiraba al éxito comercial - como tampoco lo buscaba el precedente, el oscuro This Is Hardcore -, sino que parecía desdeñarlo intencionadamente. En esa línea siguió Jarvis su búsqueda en solitario, desde el anonimato enmascarado del proyecto Relaxed Muscle - con Jason Buckle y Richard Hawley -, pasando por sus discos de la primera década de los dos mil, la colaboración con el pianista Chilly Gonzales en la deliciosa anomalía titulada Room 29, el destilado alquímico de Jarv Is, experimento que cristalizó en el disco Beyond The Pale, o la incursión bajo el nombre artístico de "Tip-Top" por carreteras igualmente secundarias, las de la canción en francés en su álbum Chansons d'Ennui.
En 2022 Jarvis Cocker publicó un curioso libro, Good Pop, Bad Pop, en el que nos invitaba a acompañarle en el repaso de un inventario caótico de objetos guardados durante años, mientras decidía si los conservaba o los tiraba a la basura A diferencia de aquello, escuchando More se tiene la impresión de que nada de lo que Jarvis ha hecho desde principios de los años 80 ha sido desechado, que permanece de algún modo en su música y en el planteamiento del nuevo disco de Pulp. Lejos de componer un collage o una amalgama de recortes, todo queda integrado, da sustancia y matices a una creación diferente, un paso más en la evolución de su obra. Se preguntaba Jarvis en una de las canciones de Beyond The Pale si debía evolucionar (Must I Evolve?). La pregunta, por el solo hecho de haberla formulado, ya estaba contestada. En esta nueva entrega, un Jarvis Cocker maduro, ya no el treintañero que escribió Help The Aged, se reencuentra con sus viejos colegas para constatar que el tiempo no perdona y que es agradable saber que ellos - salvo Steve Mackey, fallecido en 2023 - todavía están ahí, entendiendo la música del mismo modo que él la entiende. Mackey no está, pero se les une Jason Buckle.
More es una travesía desde el pop potente a las baladas orquestales, pasando por el eurodisco y la influencia en la sombra de Scott Walker. Spike Islands es la señal de salida, y la reconocible voz de barítono de Jarvis cabalga las olas y las amansa, se adueña del espacio entre las líneas de bajo y los golpes de baqueta. ""Nací para actuar, existo para esto: gritar y señalar", dice y se ríe de sí mismo, a la vez que se afirma en su papel, el del desgarbado cantante que siempre parece estar señalando a algo o a alguien entre el público. Es la carta de presentación y la vuelta al sonido de los 90. Todo en este álbum participa del regreso, a lo que fue y a lo que pudo haber sido. Tina retoma esas historias marca de la casa en las que lo imaginado se contrapone a lo real, el morbo se solapa con la frustración. Está hecha con la misma materia que Babies (1992) y recupera su frescura. Tina es en cierto modo lo que fue Debora, la protagonista de Disco 2000 (1995), un nombre para un sueño irrealizable, o al menos no realizado, un pasado que no existió, en el que cobra vida una más de las imaginativas escenas de sexo recurrentes en las canciones de Jarvis Cocker: "Nos lo montamos en una tienda solidaria / sobre bolsas negras de cosas donadas / y el olor de galletas digestivas en el aire". Jarvis, el gran observador, el narrador de la vida en sus más pequeños detalles, resurge también en Grown Ups, una mirada atrás, a los años en que volvía a casa en el autobús, el circular de Sheffield que le llevaba al Intake para anotar un día más en el intento de ser adultos. ¿Alguien puede explicarle por qué Mowgli decidió salir de la jungla y jugar a médicos y enfermeras? Jarvis recita, narra, huye hacia el futuro, hay un ritmo que lo sustenta, oscuro y vital. La música crece teatralmente, el sonido del Farfisa puntea la realidad, la guitarra solista la modela. Todo esto solo puede conducir a Slow Jam que se inicia en la orilla del funk y se torna operística, barroca, densa, tanto que el fin del amor se pierde en laberintos religiosos, muerte, resurrección, y de ahí a a Farmer's Market, otro encuentro, esta vez en un aparcamiento, otra posibilidad que quedó en nada, un relato que hibrida las voces de Serge Gainsbourg y Scott Walker y la de un Jarvis Cocker más adulto que nunca. Es pop exquisito, la continuación natural de las canciones de We Love Life, un túnel del tiempo que nos lleva desde 2001, el año de la odisea espacial, a 2025. En el crescendo final hay un lamento repetido: ¿no es hora de que empecemos a vivir, a sentir?
Jarvis Cocker, atado a una pulsión sexual que dio forma a momentos sublimes en otro tiempo (ahí estuvo en 1995, por encima de todos, Underwear), sabe que un día se apagará, constatación que impregna My Sex y la hace urgente, el mensaje se impone al tempo de la música y lo acelera: "date prisa, mi sexo está fuera de hora, no es eterno". Es el preámbulo a la llamarada escondida en mitad del álbum, Got To Have Love, imparable rompepistas que tras un inicio engañoso no toma ya prisioneros, arrastra al espacio sagrado bajo las bolas de espejo, un espacio imaginario, que ya no existe, porque hoy el éxtasis solo se alcanza, si se puede, en el hacinamiento sudoroso de los festivales. Es el clímax de More. Le sigue Background Noise, Pulp en estado puro, una montaña rusa que arrancó en 1993, en los tiempos de His'n'Hers, en los que el amor es un ruido de fondo, del que solo te das cuenta cuando desaparece.
Después un lento descenso, tres piezas cargadas de emoción y una pizca de melancolía. Partial Eclipse, balada de terciopelo, un punto afrancesada, mecida por violines; en el final el ulular del violín se funde con los teclados y trae el recuerdo de Russell Senior, violinista en el tejado de Pulp hasta que abandonó la nave en el momento de mayor gloria. Jarvis, una vez más, hace del romanticismo y el erotismo algo indisoluble: Con mis manos en tu cintura / me ofreciste un eclipse parcial / Así también fue como empezó la Creación entera. The Hymn of the North, envolvente, poliédrica, llena de matices y de giros, se escapa y vuela alto antes de retornar. Chili Gonzales al piano y el espíritu de Scott Walker guían este canto a Sheffield y al significado de ser norteño, un consejo en forma de canción para los que vienen detrás, que son más sabios de lo que fuimos, que merecen ser felices. La despedida es A Sunset. "Ví la aurora boreal / pero era pálida y débil / y no como me habían dicho". Es un epílogo coral, con Richard Hawley y la familia de Brian Eno, apagando poco a poco la luz de este disco dedicado al ausente, a Steve Mackey.