"Calles que fueron nuestras" es una realidad que se puede tocar y oler. Es hora de agradecimientos, los mismos que aparecen en la primera página. A Ramiro Domínguez, mi editor, que creyó en esta historia sin haberla leído. A Fernando Navarro, que compartió conmigo su emoción y la trasladó al prólogo. A Carlos Pérez de Ziriza, que con unas pocas palabras en la noche benidormí me facilitó algunas claves para hacer más valioso el conjunto. A Javier Cosmen y a Miguel López, que me dieron el mapa para llegar a mi nueva casa literaria. A Rogelio Fenoll, en el origen de todo, una noche de cervezas de hace dos años en la que hablábamos de Kate Bush, pero no solo de ella. Y, siempre, a Angie, que siendo todavía adolescente me enseñó a buscar la belleza en cuanto escribo; y por supuesto, a Rosa, que hizo que las calles de Sheffield fueran también un poco mías.
Querido Juanjo, me alegra mucho que ya tengas tu nueva criatura literaria entre tus manos. Bésala y apretújala todo lo que puedas porque pronto pasará de ser tuya a ser de nosotros tus lectores. Estos hijos literarios con olor a imprenta lo bueno que tienen (o lo malo, según se mire) es que abandonan pronto el pensamiento y el hogar paterno para dejar paso a otros nuevos retoños... que quién sabe en qué lugar o en qué tiempo serán pensados y concebidos.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.